El espacio abierto de la Alameda permite que el inmenso tamaño del edificio del Palacio de Bellas artes luzca con aún más presencia y poderío.
Quizá uno de los más bellos ejemplos de la herencia arquitectónica que dejó el controvertido periodo de Porfirio Díaz, el Palacio de Bellas Artes representa hoy el icono cultural más representativo de Ciudad de México. De hecho su propio nombre de Bellas Artes sirve para explicar que es núcleo difusor de cualquier expresión artística y cultural venga de donde venga su procedencia. Este despliegue en favor de las artes tuvo en 1987 el reconocimiento de Unesco, que lo declaró declaró monumento artístico.
Bellas Artes es sede de la Orquesta Sinfónica Nacional, la Compañía Nacional de Teatro, la Compañía Nacional de Ópera y la Compañía Nacional de Danza, que abren sus respectivas temporadas en el escenario más impresionante de la ciudad.
Convertido en un espacio multicultural que además del teatro lírico alberga los museos de Arquitectura (MUNARQ) y el Museo de Bellas artes con exposiciones temporales que atraen tanto a locales como extranjeros en visita en Ciudad de México. La gestión es tarea del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). En las salas expositivas de su interior se han sucedido muestras dedicadas a Historia, Arte o Arquitectura,…
Historia del Palacio de Bellas Artes
La historia de la construcción del edificio del Palacio de Bellas Artes bien podría llenar un grueso libro ya que desde su proyección hasta su inauguración pasaron 31 años. En los inicios del siglo XX bajo el mandato de Porfirio Díaz y acercándose la fecha del centenario de la Independencia Mexicana se promovió la creación de un solemne edificio que acompañaría a otras actuaciones arquitectónicas en el centro de Ciudad de México.
Porfirio Díaz presentó la idea de un nuevo Teatro Nacional al arquitecto italiano, Adamo Boari cuya carrera estaba reconocida por obras en Brasil, Argentina, estados Unidos o Uruguay, y que desde 1903 estaba afincado en México, apadrinado por el propio presidente Díaz al que le había encargado la construcción de la parroquia de Matehuala, el Templo Expiatorio de Guadalajara y el monumento a susodicho Porfirio Díaz, junto a la casa de este en la colonia Roma de la Ciudad de México.
Obras de Adamo Boari es también el Palacio de Correos, al otro lado de la calle Lázaro Cárdenas frente al Palacio de Bellas Artes, su obra magna y que incluso dirigió desde Italia cuando estalló la Revolución Mexicana.
El proyecto tenía una duración de las obras de cuatro años pero ya desde las primeras actuaciones en los cimientos en 1904 se vio que se alargaría. Mediante materiales de acero en la estructura y cemento se fue levantando el cuerpo del edificio, que como superficie visible usó el mármol blanco de Carrara para revestir la fachada.
Boari seguía un estilo muy en boga en ese periodo, el Art Nouveau, una corriente llegada con fuerza desde Europa. Con la aquiescencia de Porfirio Díaz no hubo reparos para emplear los materiales más lujosos, en contraste con la situación de muchos mexicanos. Esto se trasmite en el Hall de acceso, de una altura extraordinaria y rematado por la cúpula, que Boarí adelantó a la fachada del edificio. A los lados de la cúpula añadió dos semi cúpulas que le proporcionan un aspecto bizantino al Palacio de Bellas Artes.
Sin embargo una situación contribuyó a dilatar el plazo inicial de construcción, y es que la monumentalidad del edificio y especialmente su peso comenzaron a provocar el hundimiento del subsuelo (ya de por si propicio a hundirse ya que recordemos que el centro de México se halla sobre la ciudad de Tenotchitlán y la laguna).
Por si fuera poco al elevado coste de las obras se le añadió las complicaciones en 1910 con el inicio de la Revolución Mexicana, lo que supuso la partida de Adamo Boari a Italia. Esos años de inestabilidad política de ruina económica dejaron paradas las obras del Palacio de Bellas Artes.
A la muerte del arquitecto en 1928, el Palacio de Bellas Artes aún no se había inaugurado, y la continuación pasa a manos de Federico Mariscal, arquitecto mexicano discípulo de Boari que sustituye el estilo Art Nouveau por el Art Déco que en ese momento marcaba la moda. Esto supuso que los interiores y vestíbulo se definieran con mármol (esta vez de procedencia mexicana) y ónix.
Los dos últimos años que permitieron finalizar la obra estuvieron bajo la dirección del Secretario de Hacienda Alberto J. Pani. El 29 de septiembre de 1934 se procedió a la inauguración con el nombre de Museo de Artes Plásticas, como un punto de encuentro y difusión de las artes y una vocación expositiva de piezas para disfrute de los ciudadanos. La obra teatral que abrió la escena fue La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón.
A su finalización los datos del edificio son de 53 metros de altura exterior y 42,5 hasta el techo, con cuatro niveles o pisos, parking en el subsuelo y tres salas: la Sala Principal, la Sala Manuel M. Ponce (en honor al compositor mexicano), y la Sala Adamo Boari, además del Rincón del Tiempo.
De forma progresiva, los murales que decoran los diferentes niveles del Palacio de Bellas Artes se han ido añadiendo desde 1928 hasta 1963, componiendo de por si un tesoro permanente de diecisiete obras de Orozco, Siqueiros, Diego Rivera, Rufino Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro o Camarena.
Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siquieros, Rufino Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano, Roberto Montenegro, o Jorge González Camarena.
Todo artista de renombre o al menos que pueda ser considerado así ha pasado por el escenario del Bellas Artes, desde la gran María Callas, al director israelí Zubin Mehta, el violonchelista Rostropóvic, el bailarín Nuréyev o artistas nacionales del calibre de Juan Gabriel.
Orquestas filarmónicas llegadas de todo el mundo han ofrecido su virtuosismo al siempre cálido público del Bellas Artes, pero no sólo suena música clásica y ópera, si no que hay cabida para la música popular, jazz, danza o ballet.
Visita al Palacio de Bellas Artes
La transformación de las exposiciones temporales hace que se pueda visitar el Museo de Bellas Artes y el MUNARQ varias veces al año.
La visita guiada a la Sala Principal donde se llevan a cabo los espectáculos nos permite conocer los detalles de su construcción, el ingente esfuerzo económico para finalizarlo y pequeñas curiosidades que hacen muy ameno el recorrido. El aforo es de casi 1.700 personas entre butacas de platea y palcos, que asisten a los espectáculos en un inmenso escenario de veinticuatro metros.
Como una cohorte de pretorianos el millón de cristales opalescentes que componen la excepcional y única pieza del telón ignífugo, forman la figura del Valle de México, los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y elementos simbólicos de México.
El sistema que permite el izado y bajada de telón lo forma un ingenio mecánico que soporta el peso de 24 toneladas que al caer se frenan para caer suavemente sobre el escenario. La prestigiosa Casa Tiffany de Nueva York se encargó de confeccionarlo. Como era habitual sufrir incendios en los teatros (que eran calentados con estufas de carbón) el telón anti incendios era además de sublime efectivo, si bien nunca fue necesario ya que no se produjo ningún incendio en el interior.
Sobre el patio de butacas una de las más bellas vidrieras del mundo, obra del húngaro Geza Marotti que representa al dios Apolo acompañado por las musas de las artes a través de los cuales se filtra la luz que colorea la vidriera.
En el exterior la cúpula de colores amarillos y anaranjados está rematada con cuatro esculturas femeninas que representan el Drama, el Drama Lírico, la Comedia y la Tragedia, y que sostienen la escultura de un águila con las alas batiendo y mordiendo una serpiente, símbolo patrio de México que aparece en la bandera. Fue realizada por Géza Maróti, el mismo artista húngaro que desplegó todo su arte en la cubierta de la Sala principal.
Leonardo Bisolfi adornó con un bajorrelieve el Tímpano, el Arco y sus Rampantes con la figura central de Armonía, asistida por las esculturas del beso, El dolor y la tristeza.
Las escultoras de decoración del exterior nos muestran curiosas formas como las de los guerreros águila y jaguar, mascarones de rostros que aluden a las estaciones del año, emociones humanas como la ira, la alegría o la tristeza, cabezas de animales: coyote, cabra, mono e incluso un perro que era la mascota de Adamo Boari, llamada Aída como la ópera de Verdi; flores de amapola, girasol, piña u ocote. La mayoría de ellos son obra del escultor italiano Gianetti Fiorenzo. También podemos distinguir alusiones florales de la flora mexicana en hierro forjado en las puertas y ventanas.
Las puertas y ventanas tienen elementos de la flora y la fauna mexicanas: liras, serpientes, hojas, tallos y palmas, en hierro forjado.
Horarios de visita del Palacio de Bellas Artes
De Lunes a Domingo el edificio abre las puertas de 10h a 20h con entrada libre. Por otro lado los museos tienen un horario de Martes a Domingo de 10h a 17h, con un coste, si bien los Domingos la entrada es gratis y hay un 50% de descuento a Estudiantes, Maestros que así lo acrediten.
Cómo llegar al Palacio de Bellas Artes
El Palacio de Bellas Artes está en el lateral de la Alameda Central, entre las calles eje Central Lázaro Cardenas y las calles paralelas de Avenida Juárez y Avenida Hidalgo. Las forma más fácil para llegar es el metro Bellas Artes, estación de las líneas 2 y 8.